El origen de Halloween

Ésta fiesta no proviene de yankilandia sino que su origen se remonta a los celtas, quienes, para mantener a los espíritus contentos y conseguir alejarlos de sus unifamiliares, les dejaban comida y dulces, lo que ha derivado en el famoso “trato o truco”. Ésta es una de las versiones, hay otra que atribuye tal origen a la persecución de los protestantes a los católicos durante los siglos XVI y XVII; debido a tal persecución se planeó el asesinato de Jaime I pero todo se descubrió por culpa de Guy de Fawkes quien habló demasiado, para mayor inquina se creó una fiesta en la que se visitaban las casas de los católicos pidiéndoles dulces y cerveza. Con la llegada a América, se unió a la noche de Halloween.
El cambio de estación para los celtas era mágico y el festival a Samhai (dios de los muertos) representaba el último día de la cosecha y el comienzo del invierno. Los druidas de la tribu se ponían en contacto con los difuntos y celebraban todos esa noche.
Los celtas estaban tranquilos en Irlanda hasta que los romanos hicieron su aparición por aquellos horizontes; su influencia no se hizo esperar y la adoración a Pomona, diosa de la cosecha, tampoco. Como eran pocos llegaron los cristianos y para que los celtas dejaran de adorar al diablo, alguien a quien no conocían, intentaron convertirlos sustituyendo tal fiesta por la Vigilia de Todos los Santos o, en otras palabras, all hallow´s eve (el paso siguiente a Halloween pueden imaginarlo). Primero Gregorio III trasladó la fiesta de Todos los Santos al 1 de Noviembre, luego Gregorio IV declaró la fiesta universal con la consiguiente necesidad de una vigilia anterior para la preparación. Gracias a las representaciones que se realizaron, sobre todo por la multiplicación de las misas en el día de los difuntos, recordando la mortalidad (“Danza de la muerte”), se llegó a una fiesta de disfraces que se unió al cotarro.
Lo único que queda por explicar es el tema de la calabaza. El protagonista de esta historia es Jack O´Lantern, irlandés borracho y avaro que, tras engañar al diablo vendiéndole su alma y haciendo que después no la pudiese cobrar, al morir quedó vagando, ya que ni podía entrar en el cielo ni en el infierno, por un pasillo oscuro. El diablo, que no siempre es tan malo malísimo, le dio un carbón del infierno para que iluminase su camino, poniéndolo nuestro Jack en un nabo que se iba comiendo. Los irlandeses, descendientes de los celtas, tomaron la tradición de ahuecar los nabos y colocar carbón para iluminar para dar la bienvenida a sus seres queridos. Cuando llegaron a América descubrieron las calabazas las cuales eran bastante más fáciles de vaciar (menos mal que la cabeza de Bush no estaba en aquellos momentos por allí).
Vía: lenguasdefuego

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