La importancia que la Inteligencia Artificial va a tener en nuestro futuro es indudable. Podemos preguntarnos en qué ámbitos va a estar presente, y elucubrar sobre cómo va a afectarnos o a facilitarnos en nuestros cometidos, pero si va a tener o no impacto en nuestras vidas es algo que nadie parece plantearse: todo el mundo parece estar de acuerdo en que, cuando irrumpa, va a cambiar nuestro mundo.
Y según parece, tiene potencial para cambiarlo de forma bastante acelerada. El físico Renato Renner, del Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH), quiso diseñar un algoritmo y, para ello, introdujo el componente de la IA como ayuda, con el objetivo de que ese algoritmo creado pudiese sintetizar abultados conjuntos de datos en fórmulas más básicas.
El componente de la IA se dividía en dos subredes, una que aprendía, y la otra que realizaría predicciones utilizando lo que la primera había aprendido. Para probar la efectividad del sistema diseñado se utilizaron datos de astronomía, y el resultado fue abrumador: la IA descubrió en horas que el sol es el centro del Sistema Solar, llegando, por sí sola, a conclusiones a las que los humanos tardaron siglos en alcanzar (sin contar el enorme esfuerzo que realizó Copérnico).
Tal vez el descubrimiento pueda parecernos algo simple, pero abre la puerta a acelerar todo aquello que la ciencia puede aportarnos, ya que no solo permite a una máquina aprender, sino que utiliza lo aprendido para llegar a conclusiones y predicciones que, de otra forma, se tardaría una ingente cantidad de tiempo en alcanzar.
Eso sí, la parte humana parece seguir siendo imprescindible, no sólo para idear y programar, sino también para controlar y dirigir lo que la IA realiza. Pero sus campos de aplicación pueden ser extensos, y es bien seguro que nos van a sorprender, no solo en lo más complejo, también en lo más mundano.
De hecho, la Inteligencia Artificial ya ha tenido éxito en diversas gestas en competiciones como el ajedrez. SentiMATE es un algoritmo de ajedrez que evaluó diversos movimientos de esta disciplina a través del análisis de comentaristas expertos y, con ello, pudo resolver algunos principios básicos. Y también se ha popularizado el caso de AlphaZero, un programa de DeepMind (perteneciente a Google) que ha aprendido a jugar solo al ajedrez, es decir, que se ha enseñado a sí mismo (y, además, aprende a una velocidad espectacular).
Y es un hecho que parece que va a extenderse a otras actividades de habilidad, aunque los expertos ponen límites: la Inteligencia Artificial no parece preparada para hacer frente a algunas variaciones en estas actividades, es decir, que tiene limitaciones para adaptarse, mientras que un humano lo puede hacer de manera más natural (dependiendo de las diferencias individuales, claro está).
Así, vamos teniendo destellos de la habilidad de este avance que representa la IA: desde sintetizar vocalizaciones humanas, hasta la automatización fábricas, aprovechando, justamente, la capacidad que puede aportarnos el auto aprendizaje. Y de aquí, a la conducción automática de vehículos o sistemas de defensa de nuestra privacidad, detectando y eliminando intentos de invadir nuestra actividad en las tecnologías de la comunicación.
No son pocos los ámbitos en los que podemos utilizar la Inteligencia Artificial y sus redes neuronales: la cartografía, las finanzas, la ingeniería y muchas de sus especialidades, o incluso la educación. Si lo pensamos, las aplicaciones son innumerables. Los retos que nos aguardan surgen, en gran medida, por nuestra imaginación. Pero también hace falta una formación más amplia y específica para poner en marcha los distintos proyectos que incluyen esta tecnología.
Diseñar los objetivos, poder implementarlos, realizar un control adecuado y revisar los datos que se van a generar, implica no solo un esfuerzo o una inversión, sino también un adecuado aprendizaje, tanto de la tecnología en sí como del campo (o campos) de aplicación.
Los distintos sectores deberán aprender a expresar lo que quieren conseguir y especificar a nivel más detallado dónde creen que la IA puede ayudarles; y los profesionales deberán, a su vez, poder orientarlos, definir las limitaciones y poner en marcha lo que es necesario. No va a ser una tarea sencilla, pero las posibilidades son ilimitadas.