Las auroras polares se dan cuando una eyección de masa solar choca con los polos norte y sur de la magnetósfera de nuestro planeta generando una luz en la ionósfera terrestre, especialmente. Y ocurre porque los protones y electrones que son guiados por el campo magnético de la Tierra inciden en la atmósfera cerca de los polos. Cuando esas partículas chocan con los átomos de oxígeno y nitrógeno parte de la energía de la colisión excita los átomos a un nivel tal que la energía se devuelve en forma de luz visible.
El pasado 29 de mayo a unos 350 kilómetros por encima del Océano Índico los astronautas en la Estación Espacial Internacional fueron testigos de tal colisión de energías que desencadenó una aurora austral (por producirse en el hemisferio sur) inmensa, evidenciada en la fotografía que acompaña esta anotación.