Barry Wainwright descubrió desde muy pequeño que era diferente a los demás, sufría una enfermedad que le «imposibilitó hacer amigos y llevar una relación normal con su familia». «Un día hablaba con alguien y al día siguiente no le conocía», explica Barry, que hoy tiene 54 años.
Sufre una enfermedad que, aunque parezca rara, afecta a millones de personas. Es la prosopagnosia, o ‘ceguera de la cara’. Un mal por el que la persona que lo sufre no puede reconocer, sólo visualmente, los rostros de los demás, por muy cerca que los tenga.
Lo peor para Barry ha sido tener que vivir con una enfermedad que desconocía hasta hace poco más de tres años. Los médicos no lograban diagnosticar nada, y desde pequeño muchos coincidieron en una posible forma de autismo, algo que inmediatamente descartaban en cuanto le sometían a pruebas como la del test de inteligencia, cuyos alto valores en Barry no se correspondía con los de un autista.
Barry ha luchado siempre por llevar una vida lo más normal posible. Consiguió acabar una ingeniería química, se casó y tuvo siete hijos. En su caso, la prosopagnosia se manifestó desde su nacimiento (en otros casos también puede aparecer por lesiones cerebrales).
Los enfermos no suelen reconocer a una persona con la que han mantenido una conversación horas antes y así, Barry, como muchos otros, debe apoyarse en pistas, como le ocurre en el caso de su mujer, que, pese a que reconoce su voz, suele portar una prenda roja o bien se coloca siempre en el mismo lugar en las fotos para ser reconocida siempre por su marido.